Poesías de Nizar Qabbani

Amor mío

Amor mío: Si te preguntan por mí un día,

no pienses demasiado.

Diles con todo orgullo,

(… me ama… me ama mucho).

Mi pequeña: Si algún día te reclaman

por qué cortaste tu hermoso cabello,

y cómo rompiste esa preciada jarra

después de haberla cuidado durante meses,

y estaba como el verano en mi país,

brindando sombras y fragancia,

diles: (Corté mi cabello

(… porque a quien amo le gusta más corto).

Princesa mía: Si bailamos juntos

alrededor de las velas, nuestra melodía preferida,

y en cuestión de segundos,

nuestro ser se convierte en luz y destello.

Y como todos piensan que en mis brazos

eres una mariposa lista para volar,

sigue bailando en tranquilidad

… y usa mis costillas como cama.

Y susurra con orgullo:

(… me ama… me ama mucho).

Amor mío: Si te dicen que no tengo

ni esclavos ni palacios,

y que no poseo un collar de diamantes

para adornar tu pequeño cuello,

diles con firmeza

que eres mi único y eterno amor.

Diles: (… ya me basta

(… con el hecho de que me ama mucho).

Amor mío, eres mil veces mi amor,

mi amor por tus ojos es inmenso

… y siempre será inmenso.

Amor mío lee su taza de café

Detente… por favor… deja de leer la taza,

cuando estás conmigo,

porque rechazo esta ridiculez,

en los sentimientos humanos.

¿Qué es lo que deseas, señora, conocer?

¿Qué es lo que anhelas descubrir?

Tú, que estuviste sobre mi pecho,

buscando calor y seguridad…

y relinchando en las extensiones del amor como un caballo…

¿Acaso no dijiste alguna vez,

que mi amor por ti es uno de los milagros del tiempo?

¿No dijiste que soy…

un mar de ternura y cariño?

Entonces, ¿cómo preguntas, señora,

por mí a los reyes de los genios?

Cuando estoy presente…

¿y cómo no crees en lo que digo?

Y consultas con tu amigo, la taza de café…

Detente… por favor… deja de leer lo oculto…

Ya sea que traiga felices noticias…

o un mensaje,

o si una paloma lleva en su pico un mensaje.

Pues yo soy quien liberará la paloma…

y yo soy quien escribirá el mensaje.

Poema de Bilquis

Gracias a ustedes…

Gracias a ustedes…

Porque mi amada fue asesinada… y ahora pueden

brindar con un vaso sobre la tumba de la mártir.

Y mi poema fue asesinado…

¿Hay alguna nación en la tierra…

-excepto nosotros- que asesine un poema?

Bilquis…

era la más hermosa de las reinas en la historia de Babilonia.

Bilquis…

era la palmera más alta en la tierra de Irak.

Cuando caminaba,

la acompañaban pavo reales…

y la seguían ciervos…

Bilquis… oh mi dolor…

y el dolor del poema cuando lo tocan los dedos…

¿Acaso después de tu cabello,

se elevarán las espigas?

Oh Nínive verde…

oh gitana rubia…

oh olas del Tigris…

que lucen en primavera con sus piernas

los más hermosos brazaletes…

Te asesinaron, Bilquis…

¿Qué nación árabe es esa que

asesina las voces de los ruiseñores?

¿Dónde están el Samaw’al?

y el Muhalhal?

y los antiguos guerreros?

Pues tribus devoran tribus…

y zorros matan zorros…

y arañas han asesinado arañas…

Te juro por tus ojos, que a ellos

llegan millones de estrellas…

hablaré, oh mi luna, sobre las maravillas de los árabes…

¿Es la heroica una mentira árabe?

¿O, como nosotros, la historia es un engaño?

Bilquis,

no te alejes de mí,

pues el sol después de ti

no brilla en las costas.

Diré en la investigación:

el ladrón ha empezado a vestir el traje del combatiente…

y diré en la investigación:

que el líder talentoso ha sido como un comerciante…

y diré:

que la historia del resplandor es la broma más tonta que se ha contado…

pues somos una tribu entre tribus…

esa es la historia, oh Bilquis…

¿Cómo separa el ser humano

lo que está entre jardines y basureros?

Cinco cartas a mi madre

Buenos días, dulce

Buenos días, mi dulce santa

Han pasado dos años, madre,

desde que el hijo zarpó

en su viaje extraordinario

y guardó en sus maletas

las mañanas verdes de su tierra

y sus estrellas, y sus ríos, y todo su hermano rojo,

y escondió en su ropa

ramas de menta y tomillo

y una violetas damasquinas…

Estoy solo…

el humo de mis cigarrillos me aburre

y desde mí, mi asiento se aburre

y mis tristezas son pájaros…

buscando -aún- una cosecha.

Conocí a las mujeres de Europa…

conocí los sentimientos del cemento y la madera…

conocí la civilización del cansancio…

y viajé por la India, viajé por el Sind, viajé por el mundo amarillo

y no encontré…

una mujer que peine mi rubio cabello

y traiga en su bolso…

hacia mí, muñecas de azúcar,

y me vista si estoy desnudo

y me levante si hago una caída.

Oh madre…

oh madre…

soy el hijo que zarpó

y aún vive en su mente

la muñeca de azúcar.

Entonces, ¿cómo… cómo, oh madre,

he llegado a ser padre…

sin haber crecido?

Buenos días desde Madrid,

¿cómo va la jazmín?

Te encomiendo, oh madre…

a esa niña pequeña

pues fue la amada más querida de mi padre…

él la mimaba como a su niña,

la invitaba a tomar su taza de café,

y le daba de beber…

y la alimentaba…

y la envolvía en su amor…

y mi padre falleció

y ella aún vive en el sueño de su regreso

y lo busca en todos los rincones de su habitación

y pregunta por su manto…

y pregunta por su periódico…

y pregunta -cuando el verano llega-

por el azul de sus ojos…

para esparcir sobre sus manos…

monedas de oro…

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