La Dinastía Omeya
La dinastía omeya comenzó cuando Hasan ibn Ali, con la paz de Dios sobre él, cedió el poder a Muawiya ibn Abi Sufyan, quien era parte de los omeyas. Esta transferencia de poder fue consagrada por la aceptación de los musulmanes en el año 41 de la Hégira. Posteriormente, la califato fue transmitido de un líder a otro, todos los cuales contaron con virtudes que fortalecieron el estado islámico, contribuyendo a la difusión de la religión y manteniendo unida la comunidad musulmana.
Sin embargo, algunos califas mostraron falta de prudencia y habilidad en la administración del estado, lo que debilitó la dinastía y causó numerosas pérdidas, convirtiéndola en un objetivo para sus enemigos. Así, la dinastía omeya se puede dividir en dos etapas: una de poder, esplendor y prosperidad, seguida por una etapa de debilidad y decadencia, finalizando con el califato de Marwan ibn Muhammad.
Últimos Califas Omeyas
El califa Marwan ibn Muhammad fue el último de los omeyas; asumió el poder en el año 127 H, tras intensos combates con el grupo de Ibrahim ibn al-Walid. La población prefería a Marwan, mientras que Ibrahim ibn al-Walid intentaba el poder por la fuerza y la coacción.
Su Nombre
Su nombre completo es Marwan ibn Muhammad ibn al-Hakam ibn Abi al-As ibn Umayya, conocido como Abu Abd al-Malik. Se le apodó ‘al-Jaadi’ por el nombre de su tutor, al-Jaadi ibn Darham, y también se le conoció como ‘el Burro’ debido a su gran resistencia en tiempos de guerra y adversidades. No obstante, algunos historiadores sostienen que sería más adecuado llamarlo ‘el León’ o ‘el Valiente’, en reconocimiento de su fortaleza.
Características Físicas y Morales
Marwan era de cabello rubio, con una piel clara que tendía a sonrojarse, y ojos azul claro. Tenía una figura imponente, lo que le ganó el respeto y temor de sus enemigos, quienes lo consideraban equivalente a mil combatientes. Se caracterizaba por su valentía, masculinidad, perseverancia, astucia y agudeza; gracias a su maestría en la estrategia militar y su comprensión profunda de la naturaleza de los guerreros, sorprendía frecuentemente a sus oponentes con tácticas inesperadas, logrando con un ejército pequeño vencer a fuerzas mucho mayores.
Su Califato y Muerte
Marwan mostró un fuerte temor a la pérdida de su dinastía y se esforzó por preservar la califato omeya y restaurar su grandeza. Designó a sus dos hijos, Ubayd Allah y Abd Allah, como sucesores, y los unió en matrimonio con las hijas de Hisham, buscando así reconciliar las tensiones familiares que habían causado divisiones prolongadas dentro del califato.
No obstante, la satisfacción de Marwan por la resolución de conflictos fue efímera. Las noticias de disturbios y rebeliones en Siria comenzaron a llegar, y él trató de sofocar los levantamientos, moviéndose de un campo de batalla a otro en un esfuerzo por restablecer la paz en el territorio omeya. Sin embargo, fue sorprendido por la revolución abasí que se desató en Jorasán; esta fue como una torrentera que arrasó con sus tropas en Jorasán e Irak, y finalmente le derrotó en la batalla del Zab en el mes de Jumada al-Akhira del año 132 H. Se vio obligado a huir a Egipto, donde encontró su fin en el mes de Dhul-Hijjah de ese mismo año.