La Historia de la Piedra Negra
En el proceso de reconstrucción de la Kaaba, surgió una considerable disputa entre las tribus árabes. El desacuerdo se centraba en el deseo de cada tribu de ser honrada con la colocación de la Piedra Negra en su lugar correspondiente dentro de la Kaaba. Este conflicto duró aproximadamente cuatro días, durante los cuales existía el temor de que pudiera escalar hasta la violencia. Finalmente, las tribus decidieron que la primera persona que entrara por la puerta de la Kaaba sería quien resolvería el problema.
El primer en entrar fue el Profeta Muhammad (paz y bendiciones sean con él). Al verlo, todos declararon: «Este es el veraz y el confiable, el mejor de los hombres que podría haber entrado, aceptamos su juicio». Así que, al llegar, le informaron sobre el conflicto que había surgido entre ellos.
El Profeta (paz y bendiciones sean con él) propuso que trajeran un manto. Lo extendió en el suelo y colocó la Piedra Negra en el centro. Luego, instruyó a cada tribu para que sostuvieran el manto desde una esquina, y juntos levantaron el manto hasta que alcanzaron la Kaaba, momento en el cual el Profeta tomó la piedra con sus propias manos y la instaló.
Esta historia resalta la profunda influencia del Profeta sobre la gente, así como su credibilidad en todo lo que decía. Además, la comunidad lo consideraba un modelo a seguir y acudía a él en busca de sabias orientaciones y consejos. El Profeta (paz y bendiciones sean con él) se caracterizaba por su sinceridad, astucia, generosidad, inteligencia, belleza, confianza, lealtad y dignidad, cualidades que debemos esforzarnos por emular. Esta narración es una de las mejores que ilustran el impacto de la verdad y la influencia de una persona sincera en la época del Profeta.
La Historia de Ali Al-Khawwas
En tiempos antiguos, un hombre llamado «Ali Al-Khawwas» se destacó por su sinceridad, verdad y honradez. Su oficio consistía en tejer las hojas de palmera, creando diversos productos esenciales, como cestas, canastos y sombrillas.
Una día, mientras Ali Al-Khawwas trabajaba, se le acercó un hombre visiblemente asustado y nervioso. Este hombre parecía estar en gran angustia.
Mientras temblaba, le pidió a Ali Al-Khawwas: «¡Escóndeme! Hay hombres que solo desean atraparme y hacerme daño.» Ali le respondió: «Métete debajo de esos montones de hojas tiradas en el suelo.» El hombre obedeció y se ocultó como le habían indicado.
Un rato después, tres hombres robustos y sanos ingresaron al lugar, jadeando por el esfuerzo de su carrera, y le preguntaron a Ali sobre el hombre que buscaban, dándole una descripción. Ali Al-Khawwas les dijo: «Él está escondido bajo esas hojas en el suelo.» Los hombres, sin creerle, pensaron que les hacía una broma y se marcharon desinteresados por su respuesta.
Una vez que se alejaron, el hombre salió de su escondite y preguntó a Ali: «¿Por qué les dijiste dónde estaba? ¡De haberme encontrado, estaría en peligro!» Ali le contestó: «Cálmate, hombre. Lo único que te salvó fue la verdad.»
La Historia de la Verdad que Condujo a la Redención de los Ladrones
Un joven llamado Abdul Qadir Al-Jilani, durante su infancia, se preparaba para aventurarse a un lugar lejano en busca de educación. Su madre le entregó cuarenta y dos dineros y le hizo prometer que siempre diría la verdad durante su viaje, a lo cual él accedió. En su camino, se encontró con un grupo de ladrones.
Los ladrones le preguntaron cuánto dinero tenía, y él respondió: «Cuarenta y dos dineros.» Al oírlo, decidieron dejarlo ir, pero al instante repitieron la pregunta, pensando que tal vez estaba mintiendo y tenía más. Lo llevaron ante su líder y le plantearon la misma cuestión, a lo que el niño respondió de la misma manera. El líder se sorprendió y le preguntó: «¿Cómo puedes ser tan honesto?»
El niño contestó: «Porque hice un pacto con mi madre para no mentir durante mi viaje, y temo romperlo». El jefe de los ladrones quedó asombrado y reflexionó: «Tú temes romper tu promesa con tu madre, mientras que nosotros rompemos nuestro pacto con Dios.» Finalmente, ordenó a todos los hombres devolver lo que habían robado, y el ladrón se arrepintió gracias a las palabras del niño.
La Historia de la Verdad como Salvación
Se cuenta que un día, una madre le entregó a su hijo Nabil una suma de dinero y le pidió que fuera a comprar un litro de leche. Le advirtió que no jugara en el camino para evitar que se le cayera la jarra. Nabil le respondió: «¡Sí, madre! Prometo que no jugaré en el camino.» Luego se dirigió al lechero y compró el leche.
Al regresar a casa con la jarra de leche, sucedió lo inesperado: vio a un grupo de personas reunidas alrededor de un coche y, abrumado por la curiosidad, se acercó para ver qué ocurría. Desafortunadamente, su pie resbaló y cayó al suelo, rompiendo la jarra y derramando la leche. Nabil se quedó mirando la jarra rota y la leche esparcida por el suelo, confundido y triste, comenzó a llorar.
Mientras lloraba, otro niño se acercó y le preguntó por qué lloraba. Nabil le explicó lo sucedido, lamentando no saber qué decirle a su madre. El otro niño, tras pensar un momento, le sugirió que dijera que un hombre lo golpeó y que por eso se le cayó la jarra. Así evitaría ser castigado. Al oír esto, Nabil se sorprendió y rápidamente secó sus lágrimas, diciendo: «¿Quieres que le mienta a mi madre? Jamás podría hacerlo. Siempre le diré la verdad, sin importar las consecuencias.» El otro niño se sintió avergonzado y admiró el coraje y la sinceridad de Nabil.
Nabil regresó a casa y le narró a su madre todo lo sucedido, con valentía y sin mentir. La madre, orgullosa, le recordó que nunca debería descuidar la verdad y que, sin importar la situación, debe hablar siempre con sinceridad, ya que la honestidad es un salvavidas.