La felicidad es esa extraña sensación que nos invade cuando las circunstancias de la vida nos distraen de la desgracia.
No conviertas tus problemas y preocupaciones en el centro de la conversación, ya que así creas una barrera entre tú y la felicidad.
Comparte tus dificultades solo con aquellos que te ofrecen pensamientos y palabras que generan felicidad.
Experimentamos felicidad al lograr grandes objetivos, llenando nuestros corazones de satisfacción por lo que hemos conseguido.
La felicidad no se importa, sino que nace desde nuestro interior.
La felicidad radica en no percibir la gravedad de nuestra situación.
La verdadera paz que trae la felicidad es la del corazón y el alma; la tranquilidad física solo conduce a la muerte.
El dolor no nos priva de la felicidad; al contrario, resalta su valor.
Busca la felicidad en cada momento; si no la encuentras afuera, créala dentro de ti.
Son pocos los que pueden otorgar felicidad a los demás, y aún menos quienes la distribuyen generosamente entre las multitudes.
La felicidad no se limita al bienestar material; es, ante todo, compartir: disfrutar tanto de las alegrías como de las penas juntos.
La felicidad es libertad y es demasiado grande para estar sujeta a una atadura.
Es conocido que las cosas que nos otorgan mayor felicidad son a menudo las que nos conducen hacia nuestro destino final.
El ser humano puede fingir una sonrisa de felicidad, pero jamás podrá disfrazar sus momentos de tristeza.
No importa si no te queda felicidad por ofrecerme; aún conservas tu tristeza.
Hemos inventado la felicidad como un concepto.
La felicidad es como una pelota que pateamos cuando nos acercamos a ella y a la que corremos tras cuando se aleja.
La felicidad son momentos breves en los que el aburrimiento se detiene y el vacío se hace relativamente pequeño.
La felicidad se dirige hacia ti en el instante en que comienzas a transmitir felicidad a los demás.
No existe un momento de felicidad intensa o efímera sin los detalles que encontramos en nuestro interior.
Tu vida es el resultado de tus pensamientos; la felicidad o infelicidad del ser humano surge solo de su interior.
La mente es la fuente de la felicidad y la desdicha.
No hay felicidad sin dignidad.
La única felicidad que existe se basa en la expectativa de la felicidad.
No hay felicidad que iguale la tranquilidad de la conciencia.
La soledad, como la felicidad, tiene su origen en nosotros mismos, no en los demás.
Nuestra miseria y nuestra incapacidad para sentir felicidad son consecuencia de factores externos: circunstancias, suerte, otras personas o lugares específicos.
La felicidad se encuentra en tener al menos algo, lo que representa el máximo de la satisfacción.
No hay mayor felicidad que en el núcleo familiar.
Diga lo que quiera sobre la fama y el riesgo; toda la gloria del mundo y sus extraordinarios eventos no equivalen ni a una hora de felicidad familiar.
La felicidad y la satisfacción son herramientas de embellecimiento, pero también ilusiones que preservan la apariencia de juventud.
Cuando las desgracias se acumulan, unas borran a otras, y te inunda una extraña felicidad que parece insensata, permitiéndote reír con un corazón que ha superado el miedo.
La felicidad solo la merecen aquellos que la buscan con sinceridad.
No hay derecho a disfrutar de la felicidad sin haberla producido antes.
El ser humano más feliz es aquel que sostienen su alegría desde la cuna hasta la tumba.
La felicidad y el cristal se rompen fácilmente.
El gran obstáculo para alcanzar la felicidad es nuestra expectativa de una felicidad monumental.
En la desdicha de algunos puede hallarse la felicidad de otros.
La felicidad es buena salud, y una memoria que no aturde.
La búsqueda de la felicidad siempre desemboca en esfuerzo y sufrimiento.
El pasado es solo un sueño, y el futuro es solo una visión; vivir el presente con amor total hacia Dios nos convierte el pasado en un sueño lleno de felicidad y el futuro en una visión esperanzadora.
La felicidad es algo que llega a nuestras vidas por puertas que ni siquiera recordamos haber dejado abiertas.
Cuando tu alma es bella, puedes ver la belleza del universo entero; si miras a tu alrededor y dentro de ti, encontrarás los secretos de la alegría y las claves de la felicidad en tus manos, aunque a menudo no las reconozcas. Muchos no se dan cuenta de su felicidad hasta que la pierden o pierden las razones para ser felices. En verdad, somos nosotros quienes, con nuestra voluntad, podemos transformar nuestras vidas en alegrías o en tristezas y penas.
La ética debe ser la prioridad, seguida del conocimiento y la competencia; esta es la clave de la felicidad para los individuos, los gobiernos y las masas.
La felicidad consiste en tratar a los demás por el bien, anhelando a Dios en ellos, sin esperar nada a cambio; temiendo a Dios en ellos, sin temerles por sí mismos; actuando con bondad en espera de la recompensa de Dios, no de retorno de su parte; y evitando hacerles daño por temor a Dios, no a ellos.
La felicidad radica en tres cosas: cumplir los mandatos de Dios, estar satisfecho con lo que te ha sido otorgado, y aceptar lo que Él ha decidido para ti.
Si deseas encontrar la felicidad en la vida, cuida tu salud; si deseas la felicidad, cultiva tu carácter; si anhelas la eternidad en vida, cuida de tu mente; y si deseas todo eso, cuida también de tu fe.
Si anhelas sentir una felicidad auténtica e interminable, pregunta a tu corazón antes de cada paso: ¿acercará este paso a Dios o lo alejará? Si te acerca, actúa; si te aleja, aunque sea en pequeñas medidas, nunca te acerques, sin importar qué tan tentador sea.
La verdadera felicidad radica en dominarse a uno mismo, y toda desdicha proviene de ser dominado por uno mismo.
La felicidad es disfrutar de una taza de té con un amigo en un momento de plenitud.
Qué gran felicidad siente uno cuando no tiene que despedirse de nadie ni espera a nadie.
Un hombre virtuoso y honorable vive de su honor y virtud, disfrutando de una felicidad comparable a la que experimentan los reyes en sus palacios.
La felicidad emana del interior del ser humano, no del exterior.
En el amor y la felicidad no existen zonas intermedias; o permanecemos o nos retiramos.
Ya no pedimos pan, techo o abrigo; nos conformaremos con un poco de aire, oh, feliz señor.
La felicidad radica en cumplir con tu deber; cuanto más desafiante sea la responsabilidad, mayor será la felicidad.
La felicidad tiene una sola forma, mientras que la infelicidad se presenta en muchas formas y tamaños.
Por lo tanto, la sacrificio es la joya de la decencia y es lo que crea felicidad entre los humanos.
La felicidad, a veces, y tal vez siempre, no requiere mucho; solo un poco de amor, generosidad y algo de libertad.
La diversidad de la felicidad que se otorga a los humanos radica en su calidad, no en su cantidad.
¿Cómo puede un ser humano anhelar una felicidad duradera cuando su propia vida no durará?
Lo que una persona aprende en diez días de sufrimiento supera lo que se adquiere en diez años de felicidad.
Todos anhelan la felicidad, pero esta es como la luna oculta detrás de las nubes de invierno.
La felicidad no se obtiene sin costo, ni sin un costo elevado.
¿Quién puede demostrar que la felicidad fue una realidad viva, y no un sueño o un engaño?