Impacto en la Salud Mental
El uso de la violencia física causa daños psicológicos y un desarrollo no saludable en los niños, como lo han demostrado numerosas investigaciones llevadas a cabo en la Universidad de Texas durante cinco décadas. Según los estudios, los niños que experimentan más golpes o disciplina física tienden a desafiar más a sus padres y pueden volverse agresivos, poco sociales y más susceptibles a padecer problemas de salud mental.
La Enseñanza de la Violencia a los Niños
La práctica de golpear a los niños les enseña a agredir a otros. Diversas investigaciones han encontrado una correlación directa entre el castigo físico en la infancia y comportamientos violentos o agresivos en la adolescencia y en etapas posteriores de la vida. De hecho, la mayoría de los delincuentes peligrosos han sido sometidos a violencia y castigos frecuentes durante su niñez. Es natural que los niños aprendan comportamientos y actitudes de sus padres al observar y replicar sus acciones.
Dificultades en la Resolución de Problemas
El castigo físico desvía la atención del niño al aprendizaje de métodos efectivos y humanos para resolver problemas. Un niño que es golpeado tiende a estar más preocupado por sentimientos de ira y pensamientos de venganza, lo que le priva de oportunidades para aprender a manejar situaciones difíciles o prevenirlas en el futuro. Además, el castigo físico envía el mensaje al niño de que la violencia es una forma aceptable de expresar emociones y resolver conflictos.
Impacto en la Relación entre Niños y Padres
Si bien golpear a los niños puede modificar temporalmente su comportamiento, a largo plazo puede perjudicar la relación con sus padres. Las investigaciones indican que el castigo físico puede convertir a los niños en adultos enojados que sufren trastornos y problemas psicológicos y emocionales. Los resultados de varios estudios han revelado que cuanto más severo es el castigo físico recibido, más débil es la relación con los padres y mayor es la tendencia a la violencia hacia sus futuras parejas. Asimismo, estos individuos son más propensos a enfrentar problemas de salud mental, como depresión y ansiedad, y menos inclinados a desarrollar empatía hacia los demás y a comprender las normas de comportamiento ético.